Anuario de Estudios Americanos 81 (2)
ISSN-L: 0210-5810, eISSN: 1988-4273
https://doi.org/10.3989/aeamer.2024.2.43

Reseña de / Book Review of: Sarmiento Ramírez, Ismael y González Blanco, María (ed.), Resistencias al control esclavista: suicidios, abortos e infanticidios en la América Española, Santiago de Cuba, Ediciones Cátedra, 2022, ISBN 978-959-284-054-6 (impreso) y 978-959-284-055-3 (digital), 196 pp.

 

Prácticamente desde sus orígenes, la historia de la esclavitud en América no pudo desligarse de las reacciones de los esclavizados a la violencia multiforme a la que estaban sometidos. Para el Caribe francés, baste recordar, por ejemplo, los trabajos conjuntos de Gabriel Debien sobre el manejo de las «habitations» de Saint Domingue y las formas diversas del cimarronaje en la isla. Esta tendencia se acentuó en la segunda mitad del siglo pasado con la atención dada a todos los cuestionamientos del sistema colonial en la América colonial, y entre los numerosos estudios suscitados por «rebeliones», «levantamientos», «motines» o «tumultos» de indios y mestizos no faltaron aquellos que se dedicaron a analizar ese mismo tipo de reacciones en el seno de las poblaciones esclavas.

Por razones evidentes, dichos trabajos empezaron por las manifestaciones más visibles, aquellas que supusieron las perturbaciones más violentas, duraderas o que afectaron espacios más extensos. Si se considera, como propone James C. Scot (Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla, Txalaparte, 2003) que los comportamientos de los dominados frente a los detentores del poder se pueden leer como un discurso, esos brotes de violencia constituían lo que él llama el discurso público de los esclavizados, esto es, que de manera abierta y con fines declarados, sin exceptuar ningún recurso para conseguirlos, los dominados pueden expresarse y llegar a la confrontación pública, directa, frontal, en una palabra ya política.

Scot, que construyó su teoría con base en estudios de la India colonial y de la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos, insiste también en el hecho de que, según la relación de fuerzas existente en un momento dado, puede haber existido también un discurso oculto, que pertenece él a la infrapolítica, en el que los agentes se ven precisados de actuar con cautela y de manera implícita —a disfrazarse— sencillamente por la peligrosidad y la arbitrariedad reinantes en el contexto en que vivían.

Este planteamiento puede ayudar a sobrepasar, o plantear en otra perspectiva quizás más fecunda, la disyuntiva que a menudo se ha hecho entre formas activas o pasivas de las reacciones esclavas (problema al que alude de paso este libro con observaciones de Laviña). Ambas (a veces difíciles de distinguir) son manifestaciones tal vez distintas, pero en el fondo de lo mismo: el rechazo por parte del esclavo de la situación que padece, solo que varía la reacción en función de las situaciones locales o de momento.

El libro Resistencias al control esclavista: suicidios, abortos e infanticidios en la América Española llama la atención sobre lo que se puede considerar como lo más íntimo de este discurso oculto, ya que tanto el suicidio como el aborto conciernen y atañen al individuo en su personalidad más irreductible: su propia vida o la que puede dar.

Después de estudiar el suicidio y el aborto en sus contextos, a la vez europeos y africanos, se analiza las posibles y múltiples causas de suicidios de los esclavos, aduciendo casos, más bien retazos de historias de vida de diversas épocas y de varias regiones del eximperio español. La primera es evidentemente la dureza de los castigos impuestos por los amos, lo que la justicia de la época pudo en algunos casos calificar de sevicia, esto es de violencia excesiva y por lo tanto injustificada. El libro recuerda también (p. 193) algo olvidado: la proporción elevada de muertes (no pocas voluntarias) antes de llegar a América, por el choque que significaba para los nuevos cautivos. Hubo los suicidios aparentemente debidos a crisis existenciales profundas, a formas depresivas muy graves (p. 194). Es de notar también el hecho de que esos suicidios parecen haber sido más frecuentes entre los individuos procedentes de ciertas etnias africanas, debido sin duda a las representaciones que se hacían de la muerte y sus consecuencias.

Como era de esperar por razones evidentes, los datos más precisos emanan de la historia cubana del siglo XIX. Ya María Poumier había llamado la atención y establecido un paralelo entre esclavitud y suicidio (p. 108). Antes de mediados de la centuria. Cuba, según una fuente de la época (1839), tenía la proporción de suicidios más alta del mundo, y, dato fundamental, más del 87 % de estos eran de esclavos.

Ante estas páginas y sus análisis, se pueden recordar los casos relatados por el padre Bartolomé de Las Casas de suicidios de indios, a veces colectivos también, en Santo Domingo a comienzos del siglo XVI cuando los españoles establecen su poder en toda la isla. En tales casos de extrema presión sobre los dominados, el suicidio era una manera radical de anularla, que se puede leer de dos maneras aparentemente opuestas, pero en realidad complementarias: ponía fin a los tormentos del afectado o/y privaba al dominante, de su dominio.

El segundo elemento del díptico anunciado por el título del libro (aborto e infanticidio) plantea problemas aún más complejos y las páginas que le están dedicadas muestran cómo aborto e infanticidio permiten ir al corazón mismo del estatuto complejo de la mujer esclava, doblemente fragilizada y explotada, por esclava y por mujer. En las páginas que los autores del libro dedican a esas cuestiones, de manera muy acertada constituyen un aporte significativo al estudio de la historia de la mujer esclava, a la vez gracias a una reflexión sistemática y al estudio de casos significativos.

El aborto podía tener que ver con la explotación sexual de las esclavas que empezaba desde el viaje transatlántico y continuaba en las haciendas para las esclavas de campo, en las casas para aquellas que pertenecían al servicio doméstico, con, como resultado, situaciones muy intrincadas que podían poner en peligro la estructura social establecida; de ahí las reacciones de varias índoles de los amos abusivos (p. 127).

Los abortos podían también ser involuntarios y resultado de la violencia cotidiana padecida por las mujeres (p. 137). Esto fue, a lo largo de toda la época colonial, una acusación bastante constante en los expedientes de divorcio pedidos por las mujeres, no forzosamente esclavas, que, entre otros abusos, denunciaban a sus esposos por haberlas pegado bárbaramente hasta que perdieran su feto.

De la misma manera, el libro dedica páginas a la prostitución de las esclavas, prostitución espontánea, o inducida por la perspectiva de lucro de los amos (p. 144) que recuerda la práctica de las pirujas indias en las ciudades mineras de los Andes que sus amos obligaban a prostituirse con la esperanza de una ganancia suplementaria.

Un problema era para los dueños de esclavas la cuestión de la improductividad de las parturientas (p. 155). Por lo visto, la perspectiva de tener así futuros esclavos sin tener que comprarlos no parecía rentable. Sin duda por los gastos inducidos y la necesidad de tener que esperar algunos años que el pequeño esclavo llegase a una edad que permitiera que fuese utilizado en algo y mucho más que estuviese en edad de ser un esclavo capaz de trabajar como los demás.

El gran historiador sueco Magnus Mörner hace más de medio siglo lo resumía en una pregunta: ¿buy ou breed? Fue una cuestión que se barajó bastante en los Estados Unidos como muestran los libros relativamente recientes de Gregory D. Smithers, Slave Breeding, Sex, Violence and Memory in African America History (University Press of Florida, 2012) y Ned y Constance Sublette, The American Slave Coast: A History of Slave-Breeding Industry (Chicago Review Press, 2015).

El libro ofrece un estudio bastante detallado de las «técnicas» entonces destinadas a provocar abortos, siempre en condiciones agravantes de clandestinidad y riesgos a veces letales para la mujer (p. 162). Las páginas que están dedicadas a los infanticidios (p. 167) son igualmente espeluznantes y muestran la profundidad de la desesperanza de esas madres. Los autores hacen al respecto reflexiones muy sugerentes que recuerdan situaciones del mismo orden referidas por cronistas andinos del siglo XVII que cuentan como algunas madres indias lisiaban voluntariamente de pequeños a sus hijos para que, de mayores, no tuviesen que ir a servir la mita en las minas, de plata, como las de Potosí, o más aún de mercurio en Huancavelica, mucho más dañinas para la salud.

Además, reúne documentos y reflexiones sobre temas que hasta la fecha no habían sido tratados en un volumen expresamente dedicado a ellos. Este enfoque privilegiado, además reforzado por el gran conocimiento de la esclavitud afroamericana por parte de los autores, significa si no una síntesis definitiva, como toda investigación, por lo menos un avance considerable sobre las realidades más íntimas de la existencia cotidiana de los cautivos y de las cautivas, con el problema central de la esperanza, o falta de esperanza, de su vida.