Durante décadas, la historiografía presentó el despliegue de la Corona española en América, como un avance con etapas claras: de «descubrimiento, conquistas y fiestas»; de «evangelización y conversión»; es decir, como un aparataje aceitado, en el cual el conjunto de instituciones, funcionarios y agentes cumplieron los deseos centrales de poder y riqueza, expandiendo con ello una idea imperial. Las contradicciones aparecían bajo el velo de los abusos contra los indígenas criticados en la misma época por misioneros como por la corrupción aislada de funcionarios. Todo esto explicado bajo una lógica de lo difícil de controlar todo lo que pasa en un espacio tan vasto como el americano.
Las perspectivas planteadas por la Historia Global y la Historia Conectada permitieron matizar lo anterior, exteriorizando cómo fueron los intereses privados los que siguiendo sus rumbos propios fueron el motor de este despliegue. En otras palabras, que la manera en que se fueron poblando y enlazando los territorios americanos tuvo que ver más con la circulación de las riquezas o de sus posibilidades de conexión con Asia y no tanto con las directrices propuestas desde España, o por temas ligados a la evangelización o salvación de las almas. Estas tendencias historiográficas permitieron evidenciar las falencias de un sistema presentado como completamente sincronizado, al mismo tiempo, que complejizaron las labores realizadas por los agentes tanto en la construcción de saberes como en el comercio interoceánico.
Constellations d’Empire es un libro que retrata este cambio de análisis historiográfico, mediante el entendimiento de las consecuencias que significó instalar estructuras tan longevas como las españolas en América, y de cómo este proceso delineó las heterogeneidades y homogeneidades sociales y espaciales en el continente entre los siglos XVII y XVIII. El estudio es una invitación a comprender la historia americana no como una sucesión de etapas de conquista, sino a través de un dibujo imperial que irradia interacciones multifacéticas, que dan cuenta de las superposiciones, contradicciones y convergencias entre los habitantes del continente y sus territorios.
«Constelaciones» es la palabra elegida por Jean-Paul Zuñiga para guiar su lectura de época. La metáfora cosmológica o estelar, la utiliza en un doble sentido: por una parte, para enmarcar los ritmos históricos de su argumentación, el universo territorial que se crea a partir de las interacciones entre las instituciones, los agentes, vecinos, etc., que, como indica el historiador, en muchos momentos fueron difusas, deformaban las ordenes de la Corona o eran parpadeantes como las estrellas (se hacían notar solo por conveniencias individuales, clientelares o familiares). Y, por otra, que dichos modos de relacionarse forjaron figuras territoriales que determinaron tanto las formas de identificación, como la jerarquía social en las Américas.
El territorio aparece como el resultado de múltiples factores que quedan representados en numerosos registros como cartas personales, juicios de residencia y mapas. En efecto, Zuñiga utiliza una gran cantidad de imágenes cartográficas en el texto, que lo decoran bellamente y que explican las secuelas de estas interacciones en el tiempo; como también busca mostrar con ellas la arquitectura humana detrás de estas correlaciones. De hecho, el uso de tablas que detallan los itinerarios de personas entre distintos lugares o su vinculación genealógica se justifica por estas razones.
El libro se compone de nueve capítulos que no siguen un orden temporal, sino más bien temático. En el primer capítulo, «Villes et Territorialisation en Amérique Hispanique», el autor hace una relectura general del proceso de fundación de ciudades. La ciudad se presenta como el pilar de irradiación del imperio, lo que explica la gran proliferación de ellas durante el período de conquista. También se analiza cómo esta multiplicación de espacios urbanos construidos, muchas veces en la precipitación, generó desolación y ruinas ante el cambio en los intereses, o ante algunas dificultades con los pueblos indígenas. Asimismo, se abordan los factores que diseñan los límites de estas ciudades, como la exclusión y el proceso de ruralización que hubo estas desde el siglo XVII.
En el capítulo dos, «Une forte atomisation des populations coloniales», se exhibe cómo el despliegue de la habitación en América debe entenderse como una malla conectada, atomizada, en donde las parroquias cumplieron un rol relevante ante las grandes distancias entre las ciudades. A través de cartas y dibujos elaborados en Panamá y México, Zuñiga aborda la heterogeneidad de estos puntos urbanos-religiosos en el organigrama jurisdiccional de la Corona y del poder de reunión y jerarquización que tenían a nivel social.
Los apartados que siguen hablan de la circulación y de cómo ella fue sostenedora de la constelación imperial. «Communication et possession de l’espace: une hispanisation fragmentaire» trata el tema de los circuitos, derroteros y ritmos de los tránsitos de los diversos agentes —misioneros, comerciantes, etc.— llevaron a cabo en los vastos espacios americanos, bajo naturalezas y geografías desiguales. Se nos muestra la pauta de cómo sucede la interacción de los funcionarios o privados con los indígenas y negros en los distintos caminos que conectan las ciudades o pueblos. A través de fuentes como «procesos de fe» y relaciones geográficas se examina lo ocurrido en territorios como Panamá-Darién, el Perú y Chile. En el capítulo cuarto refuerza la importancia sobre el tema las rutas. «Le maillage routier de l’empire» se centra, por una parte, en las instituciones comerciales (consulados, municipales), las mercaderías y puertos que se conectan. Y, por otra, en las rutas internas continentales a través de ríos como el Río de la Plata y el Magdalena en Colombia, y los pasos montañosos. En tanto, en «Circulations imperials» el autor refuerza la idea que no todas las circulaciones imperiales tuvieron un sentido idéntico ni las mismas consecuencias. Para ello, pone su atención en los casos de los esclavos africanos y de los dispositivos misionales que funcionaron en las distintas jurisdicciones.
El capítulo seis, «La chair de l’empire», aborda un tema diferente: las malformaciones de la constelación. Es decir, de cómo la atomización, la lejanía con el poder central y la gran cantidad de intermediarios generó un sistema, muchas veces, corrupto, de nepotismo y en el que prevalecieron monopolios de los medios y bienes. El historiador examina algunos casos de estudio como el gobernador de Río de la Plata, Martín García de Oñas y Loyola a finales del siglo XVI y el de abogado Juan de Larrea Zurbano durante la segunda mitad del siglo XVII. Igualmente, nos muestra cómo las alianzas entre familia y los clientelismos debe entenderse como consecuencia de la disposición espacial americana. En efecto, el capítulo que le precede «La Généalogie comme archive», va en esta dirección también, aunque se enfoca más bien en cómo el registro de nombres y los padrones que se crean, sobre todo en el siglo XVIII, ayudan a generar aún más brechas sociales y distinciones/discriminaciones entre los distintos grupos.
La conformación de las castas y las percepciones fenotípicas encauzan las temáticas de los capítulos «Un univers culturel singulier» y «Les nomenclatures phénotypiques comme langage interimpérial». Por medio del análisis de representaciones, pinturas y dibujos, hechos por personajes como Juan Rodríguez Juárez o Leopoldo Cataldi, el historiador busca introducirnos no solo en la producción iconográfica del período, sino en cómo está refleja la gran jerarquización social de las sociedades americanas. Esta producción le permite profundizar en otra arista de la constelación imperial: en la manera en que los modos de representar la realidad, de dibujarla, de colorearla, también sirvieron para sostener este diseño de poder.
Las casi trescientas páginas de este libro escrito en francés, bellamente editado por la Casa de Velázquez y en un formato especial para la buena exposición de la gran cantidad de imágenes insertas en el texto, es un trabajo que plantea una idea clara sobre cómo debe entenderse el modus operandi de la Corona española en América, al mismo tiempo tiene una vocación pedagógica clara: es una lectura fresca y panorámica de una época que sigue siendo muy estudiada en el detalle, pero que, a veces, pierde el enfoque de los significados generales imperiales que la delinearon. Jean-Paul Zuñiga, probablemente, pudo haber dialogado más con un sinnúmero de bibliografía que se ha escrito recientemente, sobre la comunicación política y las configuraciones territoriales en distintos lugares de las Américas, sin embargo, esto también habría desvirtuado su propósito de mostrar las formas estructurales que tuvo la constelación. Por ello, subrayamos el aspecto pedagógico de querer explicar un proceso con tantas aristas y complejidades poniendo testimonios y formas gráficas claras a disposición de los lectores. Este tipo de ejercicios de escritura no son fáciles de encontrar hoy en la práctica historiográfica, cuando resultan muy necesarias para comprender globalmente cómo se articularon y se mantuvieron unidos espacios de un mismo proyecto político.