Anuario de Estudios Americanos 81 (1)
ISSN-L: 0210-5810, eISSN: 1988-4273
https://doi.org/10.3989/aeamer.2024.1.12

Reseña de / Book Review of: Campillo Pardo, Alberto José, Comerciantes, censores y bibliotecas. Circulación del libro entre España y Nueva Granada en el siglo XVIII, Colombia, Universidad del Rosario, Universidad Autónoma Metropolitana y Pontificia Universidad Javeriana, 2023, ISBN 978-958-500-088-9 y 978-958-500-086-5, 447 pp.

 

El comercio del libro en la Edad Moderna, especialmente durante el siglo XVIII, emerge como un fascinante componente de la historia cultural. En este período, marcado por la difusión de las ideas ilustradas, la circulación de libros entre Europa y América desempeña un papel crucial en la transmisión de pensamientos entre territorios. Alberto Campillo aborda esta temática en la obra Comerciantes, censores y bibliotecas: Circulación del libro entre España y Nueva Granada en el siglo XVIII. Un estudio que se enmarca en el ámbito de la historia cultural, y que aborda partiendo de los planteamientos historiográficos definidos por especialistas como Natalia Maillard, Pedro Rueda, Cristina Soriano, María del Rosario García, Carlos Alberto González, o Cristina Gómez Álvarez, que analiza el comercio del libro entre España y Nueva España en el siglo XVIII. Además, Idalia García Aguilar, especialista en esta temática, es también la creadora de la plataforma Kobino. Por último, tenemos que mencionar la obra Bibliotecas de la Monarquía Hispánica en la primera globalización (siglos XVI-XVIII), publicada en 2021, ya que constituye una destacada contribución a esta temática al centrarse en diversas bibliotecas privadas como objeto de estudio; en este trabajo se encuentran colaboraciones de algunos de los autores mencionados previamente, así como de otros investigadores que también abordan la cuestión desde la perspectiva de la historia cultural.

El periodo cronológico de esta obra es el siglo XVIII, mientras que, el contexto geográfico en el que se sitúa esta obra es la región de Nueva Granada, una demarcación territorial establecida en el siglo XVI por la Corona. Aunque originalmente formó parte del Virreinato de Perú, a partir de 1739 se convertiría en un nuevo virreinato, el cual se posicionó como una opción estratégica para el control del comercio en el Caribe. En la provincia de Popayán, ubicada al sudoeste, se estableció uno de los principales centros comerciales de Nueva Granada. Esto se debió, entre otros factores, a la conexión de esta zona con el virreinato peruano y la presidencia de Quito. Popayán, junto con Cartagena, se convirtió en el núcleo central para el intercambio, distribución y consumo entre las regiones de Perú y Nueva Granada, extendiéndose este circuito hacia el Caribe y el interior del continente.

Es relevante destacar que, en el ámbito del comercio del libro neogranadino, la introducción de la imprenta no tuvo lugar hasta el siglo XVIII, a diferencia de Perú o México. De este modo, aunque Popayán no alcanzó la misma importancia comercial que los lugares mencionados anteriormente, requería una red específica para satisfacer las necesidades de instituciones como la Universidad Tomística, el Colegio Mayor de San Bartolomé, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario o la Universidad Javeriana.

Para abordar este tema y trazar un mapa preciso de la realidad comercial y la circulación de las ideas a través de los libros entre el corazón de la Monarquía Hispánica y Nueva Granada, el autor sustenta este estudio en los datos obtenidos en su tenaz investigación en el Archivo General de Indias (AGI). Más concretamente, el doctor Campillo trabaja con los «Registros de Navío a Cartagena», una fuente muy rica que aporta multitud de datos sobre los comerciantes, libros y lectores que viajaban desde la Península Ibérica a Nueva Granada en el siglo XVIII. El trabajo de esta fuente documental se ve complementado a su vez con el realizado con la colección «Licencias del Tribunal del Santo Oficio para embarcar libros». Esta última fuente ofrece las memorias de libros que viajaban, así como los censores y los comerciantes que estaban involucrados en este proceso comercial.

No obstante, aunque la documentación del AGI se presenta como indispensable para el desarrollo de esta investigación, el autor complementa en este estudio los datos obtenidos de sus pesquisas en Sevilla con documentación obtenida en el Archivo General de la Nación de Colombia. Analizando diferentes inventarios post mortem, así como ordenanzas reales, procesos inquisitoriales o la correspondencia privada entre libreros, Campillo contrasta la información acerca de los libros que parten desde los puertos andaluces a Nueva Granada, con los ejemplares que se hallaban en los territorios americanos, ofreciendo una visión lo más completa posible sobre cómo se desarrolló realmente el comercio y la circulación de las ideas entre la España peninsular y la colonial a lo largo del siglo XVIII.

Por supuesto, es imposible conocer por entero todos los libros que viajaron de Europa a América, entre otras muchas razones, porque no todos los registros de ida contenían una memoria desarrollada que indicara qué ejemplares viajaban. Sin embargo, esta obra sin duda acerca al lector a la realidad proporcionando una descripción precisa de todo el proceso administrativo que los libros debían seguir desde su registro ante la Casa de la Contratación.

Destacable es, sin duda, el trabajo metodológico que ha elaborado el doctor Campillo con respecto a otro de los elementos claves de esta obra: la identificación y catalogación de los libros que aparecen en las memorias localizadas. Combinando la labor archivística con las nuevas herramientas informáticas que han ido evolucionando en los últimos años, el autor realiza una exhaustiva identificación de aquellos libros que escuetamente aparecen recogidos en las memorias ya comentadas, siendo Kobino el principal catálogo usado por el investigador. Esta tarea resulta muy compleja, ya que en la mayoría de los casos las memorias de libros no recogen los datos suficientes como para identificar los libros y la edición concreta de la que se trata. Para ello el autor desarrolla sus búsquedas de forma sistemática en Kobino; no obstante, cuando no consigue obtener resultados en este portal, indaga en la información que proporcionan el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español y el Centrale per il Catalogo Unico, tomando como referencia la edición más antigua presente en ellos.

La intersección de datos de las fuentes archivísticas posibilita una visión más amplia y completa de los individuos involucrados en la red comercial, así como del objeto central de este estudio: el libro. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la pista de los libros se pierde una vez que llegan a Nueva Granada; por lo que la reconstrucción de la red comercial del libro dentro de este territorio está enfocada desde un método historiográfico.

Una vez trazadas las líneas generales que el doctor Campillo desarrolla en este libro, analizaremos con mayor detenimiento la estructura de la obra, que se encuentra dividida en cuatro capítulos, tratando cada apartado una temática concreta de las etapas comerciales del libro.

En el capítulo primero, «El libro y su circulación en el imperio español», se realiza una introducción acerca de la historia del libro y la actividad comercial que lo envuelve; así como de las instituciones que ejercen un control sobre el contenido ideológico de estos, entre los que juega un papel fundamental el Tribunal de la Inquisición. El autor elabora un análisis historiográfico acerca del estudio del libro dentro del campo de la llamada historia cultural, ya que la investigación en sí se enmarca en este campo de estudios históricos. Como expresa el mismo autor, «la palabra escrita es vital para la compresión de la mentalidad de una época y un lugar determinados, es decir, su cultura». El libro, elemento de transmisión cultural, es, por un lado, objeto material, es tangible; y, por otro, su contenido es «saber», es intangible.

Su circuito mercantil también conlleva un interés múltiple: por una parte, los impresores, por otra, los comerciantes, agentes y libreros, y, en última instancia, los compradores, los destinatarios finales del libro, aquellos que compraban o encargaban incluso previamente los textos.

Mientras tanto, en el capítulo dos «Control, censura y libros prohibidos en la Nueva Granada» se desarrolla un estudio acerca del control que por parte de las instituciones se ejercía sobre la circulación de los libros. La administración y, sobre todo, la Inquisición servían de herramienta para controlar el tránsito del libro para la corona. Como ya se ha mencionado anteriormente, el libro es un objeto que tiene un valor físico determinado, pero un valor intrínseco mucho mayor; las ideas que emanan de él suponen un motivo para la vigilancia por parte del Estado; es decir, el gobierno ha de decidir qué ideas, y por tanto qué libros, son apropiados para la lectura de qué público. Para conseguir una mayor eficacia en el control, la Casa de la Contratación y el Santo Oficio cooperaron en la Carrera de Indias a lo largo del siglo XVIII.

La circulación del libro podría estar controlada por los organismos del Estado, o, incluso, llegar a prohibirse por no considerarse apropiada su propagación. Para registrar los libros según la concesión que se le daba por parte de las instituciones se usarán diferentes tipos de licencias. Estas serán en gran medida las protagonistas de este capítulo: el autor analiza las diferentes reglamentaciones que el Consejo de la Inquisición daba para que los libros pudieran ser embarcados a América. Cinco son fundamentalmente las licencias que Campillo estudia, las cuales vienen determinadas por la persona u organismo que las expedía.

El control existente sobre los libros, y la posibilidad de que estos tengan o no licencia para su circulación suponía que también existían y circulaban los llamados libros prohibidos. No obstante, que fueran prohibidos para un determinado ámbito de la sociedad, no implicaba que no fuera posible que algunos privilegiados tuvieran licencia para leerlos; y, por tanto, estos tuvieran una restringida licencia de circulación. De este asunto también se encarga el investigador en este segundo capítulo: de las licencias que existían en Nueva Granada para leer libros prohibidos; estas solían ser concedidas a personajes ilustres y en mayor medida a hombres de la Iglesia.

En el capítulo tres, «Las redes de comercio: mercaderes, religiosos y particulares» encontramos que la atención está dirigida hacia cargadores, pagadores y agentes: los responsables de mover, de gestionar y transportar los libros; es decir, los encargados de la red de comercio en toda su dimensión. Ser cargador de libros no es necesariamente un sinónimo de ser librero, o de ser en exclusiva comerciante de libros; lo más habitual durante el siglo XVIII en los navíos que viajaban a Nueva Granada era encontrar a personajes que además de mercadear con artículos de diferente índole, también lo hacían con libros. Y, al igual que ocurría con otras mercancías, las obras en ocasiones también eran transportados a América por encargo, esencialmente, las de carácter religioso. Incluso, como indica el autor, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII los envíos por encargo aumentaron en Nueva Granada, lo cual se corresponde con el auge de las nuevas ideas liberales provenientes del movimiento ilustrado.

Cargadores y pagadores representan los dos puntos fundamentales en la red de comercio de libros entre la España peninsular y el territorio de Nueva Granada. A estos se unían los agentes comerciales que operaban en el puerto de Cartagena, asumiendo la responsabilidad de comercializar los libros y asegurar su llegada a su destino final.

En el cuarto y último capítulo «Circulación de bibliotecas en el siglo XVIII» se establece una relación de las tipologías de libros que el autor ha ido recopilando a lo largo de su investigación. Aunque los textos de carácter religioso eran los grandes protagonistas, destaca el volumen, y, por ende, la importancia de otras dos tipologías de libros, los de medicina y la gramática de Nebrija. De hecho, dada la importancia y el volumen de obras de temática científica que eran enviadas, el autor realiza un estudio sobre las bibliotecas científicas de Nueva Granada, centrándose incluso, por ejemplo, en el estudio de la biblioteca médica de Juan de Ayllón, cirujano del navío San Francisco de Paula. Además de esto, resultan de sumo interés las consideraciones que Campillo realiza sobre la Ilustración y las élites neogranadinas. Las nuevas ideas ilustradas viajaron de Europa al continente americano, moviéndose entre las élites, particularmente entre los jóvenes criollos.

Para concluir, esta obra incluye un extraordinario anexo que puede ser muy útil a los investigadores, ya que contiene un gran número de datos interesantes para el estudio de esta temática: registros de los tipos de licencias inquisitoriales y sus agentes, que incluye una relación de comisarios de puerto y número de licencias expedidas; el listado de cargadores con el número de envíos anuales de libros a Nueva Granada, desde 1717 a 1778; el listado de pagadores por año con el número de encargos; y, por último, esta obra incluye el listado de las embarcaciones que llevaron los cargamentos de libros a Nueva Granada a lo largo del siglo XVIII.

Por todo ello, consideramos que la obra de Alberto Campillo ofrece una visión detallada de la dinámica del comercio del libro en Nueva Granada a lo largo del siglo XVIII, permitiendo avanzar significativamente en el conocimiento de la difusión del libro. La exhaustiva investigación del autor proporciona una comprensión enriquecedora de cómo su circulación influyó en la cultura y la sociedad de Nueva Granada. Este trabajo no solo arroja luz sobre un aspecto poco explorado de la historia regional, sino que también invita a reflexionar sobre el impacto del comercio del libro en la formación de identidades culturales.